miércoles, 1 de abril de 2009


Llegué a su casa,la tarde era ya vieja,mas aún no crepuscular, el té ardiente,las pastas sobrias de simpatía estrecha y tu sonrisa,un especie de mueca.
Aún así me lancé a ti, pisoteando la cordura para rendirme en tu deseo obsceno.La pasión me golpeó por todas las esquinas de la cocina y como una puta, me hice tuya.
Caí de rodillas, tu rudeza sujetaba mi pelo.Me levantaste por los hombros y me llevaste sobre el edredón,ese edredón.

Un edredón que un día fue fuente de sosiego, mantones de reposo,pliegues de alegría,de edredones cuyas plumas batían cualquier adversión,un lecho de estabilidad.


Y ahí me vi: mis piernas abiertas y la distancia entre ellas saturadas de hipocresía; un amor ciego que esperaba que tu deseo por mi cuerpo te atase a mi alma en todos los inviernos por venir.


Más no era así, tú gemías,empapado en lujuria, profano de mi sentimientos, envuelto en una lluvia de hormonas, tormenta de goce, diluvio de deleite.Y en mí , granizo, que se posaba lentamente entre mis dedos del pie,ahora helados,petrificados ante tus ‘vaivenes’.


Nunca antes el sol había follado con la tundra. Espeluznante y repulsivo,pues con cada uno de tus empujes, los roces quemaban mi piel,qedaba marcada como un animal de granja,las yagas me asfixiaban y deseba esfumarme, convertirme en mar,ser espuma,escapar de lo que sentía por ver más allá…

el desdén de las camas frías..

2 comentarios:

Elena-na dijo...

¿Hace calor aquí o soy yo? :)

eres una guarrilla encantadora

.elena ortiz dijo...

ui qué tremendo, carmen.
qué tremendo.
creo que este finde ya toca verte.

:)